Capítulo 105
Se Volvió Loco Tras Mi Muerte ( Violeta and Maurino )
CapÃtulo 105
Ernesto se agarró el pecho y se puso de pie con dificultad, inclinando la cabeza en señal de respeto, âSeñor Paz, es verdad que le oculté la noticia de que ya habÃan encontrado a la señorita Violeta, pero usted tenÃa una fiebre terrible que no bajaba y no podÃa quedarme de brazos cruzados viéndolo salir del hospital en ese estado. Su salud no lo habrÃa soportado.â
Maurino, con la fiebre aún en su cuerpo y la respiración alterada, se llevó una mano al pecho y tosió varias veces, sintiendo que el dolor punzante de cabeza volvÃa a atacar.
Casi todos habÃan estado buscando a Violeta sin descanso durante toda la noche; incluso el más fuerte caerÃa tras una jornada sin un minuto de reposo.
En la antigua casa de la familia Paz.
Noa se sentó sobresaltada: â¿Qué dijiste? ¿Se lanzó al rÃo?â
Pablo asintió, âEnviamos a algunos a investigar, ya era tarde y según los lugareños, ella no dudó ni un segundo antes de saltar. Además, habÃa llovido recientemente y la corriente estaba fuerte; me temo que esta vez las posibilidades no están a su favor. Ahora el señor está allà buscándola.â
Lucrecia estaba junto a Noa, temblando de hombros. Al oÃr esa noticia, se le puso la cara pálida.
Noa, viendo que la persona a su lado estaba alterada, le tomó la mano, âEsto no es culpa tuya, no tienes por qué sentirte responsable.
Fue un accidente, nadie tiene la culpa. Si hay que culpar a alguien, es a ella por no tener la
suerte de sobrevivir.â
Lucrecia asintió preocupada, intentando calmar el caos en su pecho. Si Violeta realmente habÃa muerto, serÃa menos probable que tomara el lugar de una difunta.
â¿Y él? ¿TodavÃa está en el golfo sur y no regresa?â
Pablo respondió, âProbablemente el señor está pasando un mal momento, después de todo, él crio a esa niña desde pequeña y le tiene cariño. Además, la chica es la única hija que dejaron los esposos que salvaron su vida.â
Noa, sosteniendo su bastón, suspiró, âBueno, vamos a ver.â
*Si seguimos buscando asÃ, nunca terminaremos.â
Un policÃa encontró la mochila de la niña en el rÃo, y al abrirla encontró ropa.
El policÃa dijo: âHemos enviado más refuerzos. Señor Paz, le expresamos nuestro más sentido pésame.â
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En un matorral al lado del camino, aprovechando que no habÃa nadle alrededor, Violeta se quitó la ropa empapada y la escurrió bien, âGenial, ahora no tengo ni un par de zapatos.â A pesar del sol abrasador, no hacÃa tanto frÃo. Cuando se vistió y subió a la orilla, sostenÃa una cajita de metal como si fuera su tesoro, aferrándose a ella sin soltarla. Y justo entonces, un auto negro pasó a toda velocidad. Nadie esperaba que alguien apareciera de la nada al borde de la carretera.
El conductor frenó de golpe y todos en el auto se inclinaron hacia adelante bruscamente.
Lucrecia estabilizó a las personas a su alrededor, âAbuela, ¿estás bien?â
El conductor, al ver a la persona frente a él, no podÃa ocultar su sorpresa, âSeñora, es esa
niña,â
Noa miró a la chica empapada frente al coche, hecha un desastre y sosteniendo algo en sus manos, con una mirada llena de desconfianza.
Noa dijo, âBajen y atrápenla. No vamos a dejar que se escape otra vez.â
Lucrecia intervino, âMejor voy yo, abuela. Violeta se pone muy a la defensiva con extraños.â
La anciana asintió, âEstá bien, ve.â
Sonaron sirenas de policÃa.
Antes de que Lucrecia pudiera abrir la puerta del coche para bajar, Violeta ya habÃa dado media vuelta y empezado a correr. CorrÃa tan rápido que no hubo tiempo de decirle nada.
Cuando Violeta estaba a punto de huir, la voz de Lucrecia sonó, âVioleta, no corras más, Mauri ha estado buscándote para que vuelvas.â
Ella se detuvo girándose lentamente, su mirada clara y desconfiada se posó en la anciana de setenta u ochenta años que habÃa bajado del coche, apoyándose en un bastón. El miedo en sus ojos se transformó en una expresión de asombro.