Capítulo 104
Se Volvió Loco Tras Mi Muerte ( Violeta and Maurino )
CapÃtulo 104
Noa esbozó una sonrisa y le pasó la regadera al sirviente antes de dirigirse al pabellón para sentarse. El empleado rápidamente le sirvió un vaso de mate. âSiempre he dicho que al asumir ser el jefe, no deberÃas tener debilidades.
No temo que ella tenga malas intenciones hacia Mauri, lo que temo es que Mauri podrÃa equivocarse.â
Pablo dijo: âEso sin mencionar la edad, dudo que su nieto tenga algún interés en una chiquilla aún en pañales. Después de todo, la señorita Salazar fue elegida cuidadosamente por usted como la futura Señora Paz. No solo por su belleza, el talento y la elegancia de la señorita Salazar son únicos en la capital. Su nieto no estará insatisfecho. Después del accidente del señor, estuvo demasiado tiempo a su lado. Una vez que pase más tiempo con la señorita Salazar, sus sentimientos seguramente mejorarán.â
âOjalá sea asÃ.â
Después de una noche, el viento en la montaña habÃa bajado varios grados en comparación con el de la base. Violeta observaba a la persona que hacÃa la ronda, sosteniendo una linterna y caminando de un lado a otro no muy lejos de ella.
Ella abrazaba una caja de metal, preparándose para bajar de la montaña en secreto, pero justo en ese momento, accidentalmente pisó una rama y el sonido de âcrackâ atrajo la atención, un haz de luz deslumbrante se fijó en sus ojos.
La otra persona exclamó: â¡La encontré! ¡Está aquÃ!â
Violeta se dio la vuelta y corrió desesperadamente. TenÃa miedo de que la atraparan y la
encerraran de nuevo.
No querÃa volver a estar encerrada.
Las personas que oyeron el ruido, los policÃas y los aldeanos, se apresuraron a llegar. â¡Niña, no corras!â
â¡Niña!â
Los aldeanos que llegaron gritaban con urgencia.
Violeta tropezó con un tronco, perdiendo uno de sus zapatos y pisando un camino montañoso lleno de espinas que le hicieron sangrar la planta del pie. A pesar del dolor, parecÃa no sentirlo y continuaba corriendo hacia adelante.
En el siguiente segundo, habÃa un rÃo turbulento frente a ella. Violeta abrazaba firmemente la caja de metal, sin atreverse a soltarla. Su mirada ansiosa se dirigió hacia las personas que la seguÃan y a su izquierda estaban los policÃas que se acercaban.
El policÃa dijo: âNiñita, por favor, no hagas ninguna tonterÃa. Cualquier problema podemos
14:55
hablarlo.
Violeta retrocedÃa sin parar. âNo, yo no quise, no quiero volver, no quiero estar encerrada
de nuevo.
¡No quiero!â
Todos abrieron los ojos de par en par, horrorizados al verla saltar al rÃo.
Quedaron atónitos, uno tras otro.
A las dos de la madrugada, Ernesto recibió una llamada de la estación de policÃa. Al
escuchar la notÃcia de que Violeta habÃa saltado al rÃo, se sintió helado hasta los huesos y en pánico.
¿Cómo podrÃa?
Violeta realmente no temÃa a la muerte, ¿cómo es que se atrevió a saltar al rÃo?
Estaba loca.
Ernesto se preparó para regresar a la sala del hospital y reportar.
Entonces vio a la persona que ya estaba saliendo de la sala del hospital y se encontró con la mirada peligrosa de Maurino. âSeñor Paz.â
El hombre se puso su reloj. â¿Desde cuándo tienes derecho a tomar decisiones por mÃ?
Será mejor que reces porque ella esté sana y salva.â
Cuando Maurino llegó al Golfo del Sur, todos buscaban en el rÃo, pero al final no
encontraron nada.
Con el tiempo pasando segundo a segundo y mirando la corriente rápida, Ernesto dijo: âSeñor Paz, lo siento, este fue un descuido mÃo, no pensé queâ¦â
Sin dejarlo terminar, Maurino levantó un pie y Ernesto recibió un golpe en el pecho, cayendo al suelo. âi¿Quién te dio permiso para ocultarme esto?!â