Chapter Capítulo 93
La Novia Equivocada Novela de Day Torres
JUEGOS DE SEDUCCIÃN. CAPÃTULO 10.
¿Estás seguro de que quieres saberlo? Otra semana. Otra extremadamente corta semana habÃa pasado.
Después del evento de los veteranos habÃan descansado un par de dÃas, si era que a hacer el amor hasta en la encimera de la cocina se le podÃa considerar descanso, pero para Rex seguÃa sin ser suficiente.
Luego de eso volvieron a retomar sus energÃas y sus paseos por la ciudad hasta que Abby encontró otro proyecto maravilloso con qué hacer una exposición, y durante algunos dÃas estuvieron visitando la academia de arte Juliard, de donde la muchacha sacó una sesión impresionante con las bailarinas de danza contemporánea.
ParecÃa que siempre era asÃ, ella tenÃa una habilidad especial para encontrar la belleza y fotografiarla, y él se maravillaba con lo hermosa que se veÃa la vida a través de sus ojos.
Todo era simple con ella, elemental. Rex incluso se habÃa hecho un pequeño espacio para trabajar desde el departamento y la compañÃa Lanning también marchaba sin contratiempos. Descubrió que le encantaba jugar billar, la comida tailandesa y los barcos. SabÃa mucho de fútbol americano pero preferÃa los deportes de riesgo. Era una experta fotógrafa, pero el dinero con que viajaba y vivÃa no salÃa de las exposiciones.
Más de una vez Rex se habÃa preguntado cómo era que todavÃa no salÃa corriendo, jamás habÃa vivido un mes con una mujer que no fuera Meli, su mejor amiga, pero ellos eran lo más alejado a una pareja. En cambio con Abby, despertaba y se dormÃa con la adrenalina a tope, como si todavÃa estuviera en medio de una temporada de Super Bowl.
Sin embargo a medida que se iba acercando el final de aquel mes, Rex sentÃa que aquella adrenalina se convertÃa en ansiedad, una que apenas lo dejaba dormir, al punto de que se levantó sobresaltado cuando escuchó el sonido seco y el âayâ ahogado de la muchacha.
â¡Maldición, Rex, deja de amarrarme a la cama! ¡Un dÃa de estos me voy a lastimar en serio! â se quejó ella haciendo un puchero y Rex se lanzó de la cama para levantarla en sus brazos.
â¡Lo siento, lo siento! âmurmuró besándola muchas veces en los labios y en las mejillas â Primero era broma y luego... no sé, siento que de verdad te me vas a desaparecer de un momento a otro.
â ¿Y eso serÃa muy malo? â preguntó Abby mirándolo a los ojos y por una vez él se puso serio. âSÃ. SÃ, serÃa muy malo, asà que por favor, no lo hagas â le pidió. âOK.
-¡OK no! Prométemelo, Abby. Prométeme que cuando tengas que irte me lo vas a decir.
La muchacha asintió sin dejar de mirarlo, preguntándose una y otra vez qué tan cerca estaba del corazón de Rex Lanning. Era gracioso después de todo, que un hombre acostumbrado a huir fuera quien la amarrara a su cama, literalmente.
â ¿Sabes que acabo de recibir? â le dijo Rex más tarde esa noche. âUna invitación de Lennox. Firmó con Nike hace unos dÃas, va a hacerle publicidad a sus prótesis para deportistas, asà que le van a hacer un lanzamiento por todo lo alto en uno de los antros más exclusivos de la ciudad. Mañana. Código de vestir: negro como mi corazón. Quieres ir? 1 Abby asintió.
â¡Pero claro! Hemos hecho de todo menos bailar, y quiero saber qué tan bien te puedes mover â lo provocó. Rex la miró de reojo, divertido.
âVen acá, chiquilla malcriada, ique yo te voy a hacer un baile horizontal digno de un monumento!
Al dÃa siguiente, como dos nenes vanidosos cada uno se fue de compras y hasta se arreglaron en habitaciones separadas.
Ãl salió hecho un galán estilo James Bond, con un traje negro impecable, desde el saco hasta la corbata, y ella salió... con un vestido blanco que a Rex casi le desprendió la barbilla.
Mientras la veÃa caminar hacia él, Rex podÃa sentir cómo su corazón latÃa más rápido en su pecho. Nunca habÃa estado tan emocionado por algo en su vida, y eso que solo la estaba mirando. Llevaba un vestido ajustado, largo hasta las rodillas, y con una discreta abertura sobre uno de los muslos. TenÃa un escote suave y poco sugerente, el problema era que con esas curvas y esa actitud, toda ella era una mala sugerencia.
âEl código de vestir decÃa de negro âmurmuró Rex embelesado mientras veÃa la tela blanca y brillante relucir sobre su piel bronceada.
âSÃ, bueno... quiero ver quién es el que no me va a dejar entrar. â Abby le hizo un guiño y él acabó de derretirse por completo. Y la verdad fue que no, a nadie se le ocurrió detener el paso de aquella mujer, y Rex pasó toda la noche con la mirada clavada en esa gota de luz en un océano de negro y luces de neón.
â¿Estás bien? ¿Por qué siento que están a punto de crecerte un par de alas?
âSerá el Red Bull...
â¡Rex! âEl exfutbolista se desperezó cuando Lennox se burló de él ââ ¿Qué te está pasando, hermano?
Ãl solo señaló a Abby con un suspiro.
â No es como ninguna otra mujer que haya conocido antes âreconoció â. Es fuerte, apasionada y feroz. Pero es como yo, experta en escapar a la mañana siguiente.
â Pero lleva contigo más de una mañana, ¿no?
â Porque la amarro a la pata de la cama â replicó Rex y Lennox se dobló de la risa. â Estás loco, pero hay algo en lo que tienes razón, deberÃas amarrarla mejor porque veo gente muy interesada en llevársela.
Rex aguzó la vista y se fijó entonces en un hombre que caminaba detrás de ella, siguiéndola entre la gente. En un segundo sintió un escalofrÃo que no pudo explicar, no supo si por la actitud del hombre o porque Abby no se habÃa dado cuenta de que alguien la seguÃa, pero Rex dejó su copa de champaña y corrió escaleras abajo.
PodÃa ver al tipo aproximándose a ella, era un hombre maduro, al menos doce o quince anos mayor que él, y cada vez su expresión se hacÃa más sombrÃa. Rex intentaba desesperadamente llegar hasta ellos pero la multitud bailando no ayudaba.
2/4 â¡Abby! â grito, pero fue demasiado tarde. El hombre la agarró del brazo y Abby trató de zafarse por instinto, pero él era mucho más fuerte y la retuvo de una muñeca, mirándola a los ojos sin decir una palabra. Rex se abrió paso entre la gente a empujones y logró llegar justo a tiempo para apartar aquella mano de Abby de un brusco manotazo.
â¡No la toques! â siseo y el hombre pestañeó un poco, como si apenas entonces se diera cuenta de lo que hacÃa.
â¿Quién eres? âgruñó en respuesta y Rex apretó los puños, poniendo a Abby detrás de él.
âSoy el que te va a partir la cara por tocar a mi novia âespetó en respuesta pero el tipo no pareció inmutarse. Solo miró a Abby de nuevo, como si buscara algo importante en ella, pero finalmente negó.
âLo siento, la confundà con alguien que conocÃa âdijo el hombre antes de girar sobre sus pies y desaparecer de inmediato.
Rex pasó saliva, sintiendo como su cuerpo temblaba de la rabia y la anticipación de una pelea, pero entonces se dio cuenta de que una de las manos de Abby estaba firmemente agarrada a su saco. Rex se dio la vuelta y la abrazo. â¿Conoces a ese hombre? â preguntó mientras subÃan las escaleras hacia donde estaba Lennox, pero ella negó.
â Jamás lo habÃa visto en mi vida. Pero parecÃa muy perturbado, ¿verdad? â preguntó Abby con preocupación.
âSà âmurmuró Rex acariciando su brazo de arriba abajo más para calmarse a sà mismo que a ella.
Ni siquiera podÃa llegar a describir el terror que se habÃa apoderado de él por un instante solo de imaginar que alguien podÃa lastimarla. Sin embargo en cuanto la miró supo que ella estaba pensando en algo muy diferente.
â Acabas de decir que soy tu novia â dijo y lo vio ponerse pálido contra las luces de neón, pero poco a poco una sonrisa suave fue creciendo en su rostro.
â SÃ... lo dije âmurmuró pensativo y luego pareció que eso le dio ánimos â ¡SÃ, lo dije! â exclamoâ. ¡Tengo novia! ¡Rex Lanning tiene novia!
Los que estaban alrededor de ellos gritaron con entusiasmo y hubo hasta choque de copas mientras Abby se cruzaba de brazos y levantaba una ceja sugerente.
â ¿Qué haces? âmurmuró Rex.
âPues busco a ver dónde está esa novia tuya, porque yo no te he dicho que sà ârespondió ella y Rex puso cara de susto.
â¿Y te lo tenÃa que pedir...? âLa inocencia en aquellas palabras fue más que suficiente para que Abby estallara en carcajadas y Lennox se burlara de él por el resto de la noche, explicándole que su entusiasmo no era suficiente a las mujeres de verdad habÃa que hacerles una propuesta de noviazgo ique ellas incluso podÃan llegar a rechazar! Abby veÃa a Rex al borde del colapso cada cinco minutos, pero increÃblemente esa madrugada, cuando regresaron al departamento, él solo le hizo el amor con más convicción que antes. Al dÃa siguiente, apenas a las diez de la mañana, Rex la levantó con dos besos y la hizo prepararse para salir.
â ¿A dónde vamos? â¡Es sorpresa! ¡No puedes espiar! â le advirtió él mientras le vendaba los ojos en el taxi.
Un rato después Abby arrugó la nariz al oler la brisa salada y sonrió imaginando a dónde la llevaba. Cuando Rex le quitó la venda estaban en la North Cove Marina al suroeste de Manhattan. Ãl llevaba la cesta de picnic más impresionante del mundo y caminaron de la mano por los muelles.
â Pensé en rentar un yate de cincuenta pies â dijo él â, pero si quieres otra cosa... â La vio mirar embobada un pequeño velero y pasó una mano alrededor de su cinturaââ¿Sabes pilotarlo?
â Tengo una exposición impresionante sobre veleros en el Mediterráneo ârespondió ella pensativaâ. Asà que tuve que aprender a pilotarlos. Me encantan.
Rex suspiró con nostalgia pensando en alguien más que amaba los veleros.
âEntonces rentemos ese â decidió y media hora más tarde estaban saliendo del muelle en aquel hermoso barco.
Rex no habÃa olvidado para nada sus clases, pero era evidente que solo podÃa asistirla porque la experta era ella. Abby manejaba aquél velero con la seguridad de una vieja capitana y mientras la escuchaba darle órdenes desde el timón, él estaba otra vez que se derretÃa por ella.
Dieron una enorme vuelta por los enormes canales alrededor de Manhattan y disfrutaron al máximo, hasta que Rex no pudo aguantarse aquella pregunta, porque en cierto momento el rostro de Abby, como pasaba muchas otras veces, se convertÃa por algunos minutos en una pequeña máscara de tristeza y nostalgia. â ¿Me lo dirás alguna vez? â preguntó. â ¿Decirte qué? â lo increpó Abby. â¿Quién fue el cabrón que te rompió el corazón? âdijo él y la muchacha se quedó muda por un instante, impávida, antes de responderle: â¿Estás seguro de que quieres saberlo?
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