Chapter LA NOVIA EQUIVOCADA CAPÍTULO 39
La Novia Equivocada Novela de Day Torres
CAPÃTULO 39. Perdóname -Señor King... tenemos que hablar sobre Amelie.
Aquellas eran las peores palabras que Nathan podÃa escuchar, y en un solo segundo sintió que el mundo se convertÃa en un lugar frÃo. Su mente lo llevó a aquella misma frase cinco años atrás y el desenlace no era bueno, aun asà se armó de valor y se giró hacia el médico.
â¿Qué pasó? â Acaban de salir los exámenes rápidos. Le mandé a hacer más para asegurarme, pero estoy seguro de que saldrán iguales âdijo el médico â Amelie no tiene alcohol en sangre, nada de nada, lo cual es una buena noticia, sin embargo sà fue drogada.
Nathan se mesó los cabellos con impotencia.
â Pero ella no fue agredida â intervino Rexâ. ¡Estoy seguro de que llegué a tiempo! ¡Nadie la tocó!
â Asà es, por suerte no fue agredida sexualmente, lo cual es una gran tranquilidad ââconfirmó el médico y Nathan sintió un alivio muy difÃcil de describirâ. Tiene moretones, rasguños y la verdad es que está pasando por un âmal viajeâ. Si la intención de quien hizo esto era abusar de ella, no le dio la droga correcta, quizás no sabÃa bien lo que hacÃa 0...
Nathan arrugó el ceño.
â¿Por qué lo dice, doctor?
â Las drogas que facilitan la manipulación y el abuso de una vÃctima deprimen el sistema nervioso, la ketamina, el rohypnol, el GBL... pero en lugar de eso le dieron LSD, es un alucinógeno, la puso âa volarâ bien feo y lo menos que hizo fue calmarla.
âSe notaba, se estaba defendiendo como una fiera âdijo Rex.
â En fin, será mejor que avisen a la policÃa. Amelie va a pasar una mala noche pero estará bien en la mañana, se los garantizo.
âEl médico se giró hacia Rex y le puso una mano en el hombro â . jEres un buen muchacho! 1 El doctor Benson los dejó solos, diciéndole a Nathan que lo esperarÃa dentro, y este se dio la vuelta hacia Rex, restregándose la cara con las manos.
âCreo que te debo una disculpa âmurmuró.
â ¿Una disculpa? ijoder! ¡Me debes los siguientes diez años de tu vida de paz y tranquilidad! â exclamó el chicoâ. ¡Se dice âgraciasâ!
â Lo lamento âdijo Nathanâ. Y gracias.
Alargó la mano y Rex se la miró con gesto de duda antes de estrecharla.
â¡Bueno, igual te la cobré doble! âsuspiró tocándose la mandÃbula. ¡A la siguiente, por la cara no! ¡Soy un niño lindo, tengo una reputación que mantener! Nathan sonrió con cansancio.
âVoy a tenerlo en cuenta. Tengo que entrar. ¿Vas a quedarte?
âNo. Las muchachas se quedaron preocupadas y además estoy seguro de que más de una se pasó de tragos en serio. ¡Maldición, esto de tener amigas y conciencia se está robando mi juventud! ¡Voy a tener que empezar a cobrar por el trabajo de Batman! ârezongó-.¡Qué ganas de irme a Boston de una buena vez! Nathan lo vio subirse al Ferrari y no se molestó en decirle que si era buena persona en un lugar, serÃa buena persona en cualquier lado. Ya lo descubrirÃa solo.
Entró a la clÃnica y lo dejaron pasar a la habitación de Amelie. Nathan se sentó junto a ella y tomó su mano, y por primera vez en mucho tiempo sintió que el corazón se le desanudaba. No podÃa creer todo lo que habÃa hecho esa noche, habÃa salido corriendo de su casa por una chiquilla de dieciocho años y habÃa golpeado a un muchacho de veinte.
â ¡Dios! Si el que parece adolescente soy yo â murmuró besando su frente, pero no podÃa ocultar lo asustado que estaba todavÃa.
La noche pasó larga y tensa, mientras Nathan veÃa a Meli salir poco a poco de los efectos de la droga. Era evidente que Stephanie Wilde habÃa seguido sus instintos: lastimar, meterse entre ellos, tratar de indisponerlo contra Amelie. Nathan estaba seguro de que toda la maldit@ familia estaba metida en eso y no iba a perdonarlo de ninguna manera. Asà que apenas estaba amaneciendo cuando Nathan sacó su celular y llamó a Paul Anders. En menos de una hora el abogado habÃa llegado a la clÃnica y despotricaba contra todos los Wilde por igual.
â Legalmente no podemos hacer nada âgruñó Paulâ. La palabra de Meli no vale porque estaba drogada, asà que solo serÃa un careo entre Stephanie y Rex Lanning. El celular por desgracia tampoco es una prueba, porque no llegó a tomarle las fotos desnuda. No tenemos evidencia con la que acusarla. Al menos en el aspecto legal, tenemos las manos atadas. Nathan levantó una ceja porque habÃa entendido perfectamente la indirecta. Quizás la ley no pudiera hacer nada para castigar a los Wilde...
â Pero hay más de un modo de despellejar a un gato, ¿no es asÃ?
En pocos minutos ya le habÃa pedido a su asistente que lo comunicara con los gerentes de las grandes compañÃas de Social Media.
â Los quiero a todos, Twitter, Meta, ByteDance, OnlyFans, hasta el maldito Tinder quiero. ComunÃcamelos.
Aunque la asistente parecÃa algo sorprendida, hizo lo que Nathan le ordenaba. Stephanie habÃa sido una estrella muy pobre en las redes sociales. Ella creÃa que su marca personal se basaba en su apariencia fÃsica y su sexualidad desinhibida, pero la verdad era que unos cuantos miles de seguidores no representaban nada. Aun asÃ, Nathan sabÃa que quitarle eso serÃa lo peor que podÃa hacerle. El siguiente paso era hacerla sufrir.
Las compañÃas de redes sociales no tardaron en responder, y en cuestión de horas, Nathan habÃa sido contactado por los gerentes de cada una.
âHay algo que quiero que hagan por mà â les dijoâ. Stephanie Wilde está intentando extorsionar a mi familia y no voy a permitirlo. Quiero que le quiten todas sus cuentas de redes sociales. Y no solo eso: todos sus posts, snaps y fotos serán borrados. Quiero que la arrojen fuera del circo y la conviertan en una desconocida para el mundo. Los gerentes se miraron entre sà y luego asintieron lentamente. Nathan King tenÃa un imperio en el sector de la publicidad, les reportaba más ingresos en esa área que cualquier otro cliente y si aquellos directores tenÃan que besar el suelo que pisaba para no perder su cuenta, entonces eso harÃan.
âEstamos de acuerdo â murmuraronâ. Es muy fácil hacerlo, no nos costará nada. En pocas horas se habrán eliminado las cuentas de Stephanie de todas nuestras redes sociales y nos encargaremos de hablar con los directores de las aplicaciones menos populares. Le garantizamos que para mañana a esta hora será como si Stephanie Wilde nunca hubiera existido, señor King Nathan sonrió satisfecho, lo único que lamentaba era no estar ahà para ver la desesperación en los ojos de Stephanie mientras se daba cuenta de que su vida virtual estaba siendo borrada por completo. Ãl ya habÃa ganado esta batalla, y ahora le correspondÃa a Nathan dictar otras reglas.
âPaul, necesito que empieces a cobrar favores. El juicio está por comenzar, no será extraño que metas un âamparoâ a las empresas Wilde â dijo Nathanâ. Dile al juez que Aquiles está tratando de escapar del paÃs antes del juicio.
â¿Quieres que le mienta a un juez? âse asombró Paul.
â¿Tienes problemas con eso?
â No, ninguno. Además, eso neutralizará al viejo completamente, cuentas congeladas, tarjetas declinadas, no podrá echar ni gasolina a su auto...
â Asegúrate también de poner una alerta sobre las joyas de los Wilde. Ninguna puede venderse, todas deben pasar intactas a Meli âsusurró Nathanâ. Me encantarÃa saber de qué van a vivir a partir de ahora los desgraciados.
Meli pasó el resto de ese dÃa medio dormida y medio sonámbula, estaba cansada y se quejaba de que le dolÃa todo el cuerpo, asà que el doctor Benson terminó por sedarla para que pudiera descansar bien. Nathan fue a la casa solo por un par de horas, para explicarle al abuelo lo que habÃa pasado y tranquilizar a Sophia.
â Está muy ocupada con sus exámenes â le contó Nathanâ, pero mañana ya regresará a casa, te lo prometo. Te voy a traer una foto de la maqueta que hizo, jes un edificio grandote! ¡Muy lindo, muy lindo!
â ¿Me lo prometes, papi? ¡Mira que pasado mañana es el show de las ballenas y quiero llevar a Meli a verlo otra vez! â insistió Sophia.
â Claro que sÃ, mi amor. Meli va a venir mañana, promesa de meñique âaseguró levantando el meñique y la niña lo cruzó con el suyoâ. ¡Y ahora a dormir!
Nathan le dio un beso a su hija, y poco después se bañó y cambió de ropa para regresar a la clÃnica. Pero si creÃa que tendrÃa un tránsito tranquilo, supo que se equivocaba cuando vio a la figura gorda y desagradable de Aquiles Wilde fuera de la reja de su casa. SabÃa que venÃa una confrontación, pero no pudo evitar sentirse satisfecho, porque eso significaba que Paul habÃa cumplido con su parte del plan.
â ¡Eres una escoria! âgritó Aquilesâ. ¡Sé que estás detrás de esto! â¿Y no estás tú detrás de lo que hizo tu hija? âcontratacó Nathan. â¡No sé de qué hablas! ¡Pero si crees que puedes congelar mi dinero y quitármelo estás muy equivocado! âchilló Aquiles.
â Para empezar no es tu dinero, y eso ya lo hice, no tocarás un solo dólar más hasta que el juicio se decida, y en cuanto a separarme de Meli...yo en tu lugar no me atreverÃa ni siquiera a intentarlo de nuevo âsiseó Nathan, acercándose peligrosamente a él. Aquiles sacudió la cabeza y soltó un graznido hosco.
âTe has metido en un lÃo muy gordo, King. ¡Esto no se va a quedar asÃ!
â¿Qué vas a hacer, tratar de lastimar a Meli de nuevo? ¿Te recuerdo que acabas de intentarlo y fracasaste miserablemente?
¡Lárgate de aquà y búscate un trabajo recogiendo basura, que es lo único para lo que sirve un gusano como tú! â¡Te mataré por esto, te juro que te mataré! âgritó Aquiles sacudiendo los barrotes de la reja como si pudiera romperlos. âPuedes intentarlo âdijo Nathan con calmaâ, pero mientras tanto, nos vemos en el juicio, desgraciado. ¡Ah! Y dale mis saludos a tu hija, dile que le mando el pésame por la muerte de sus redes.
Nathan se subió a su coche y salió por otra de las entradas de la mansión, porque con el mal genio que llevaba era capaz de atropellar a Aquiles Wilde si se le paraba enfrente.
Llegó a la clÃnica y vio a Meli dormida. Era pequeña, frágil y suya, y jamás, por nada del mundo, permitirÃa que volvieran a lastimarla. Respiró profundo al darse cuenta de la magnitud de lo que estaba sintiendo y se desvió unos minutos hacia aquella habitación que ya conocÃa tan bien.
Se sentó en una silla junto a la cama y ocultó el rostro en las manos.
âSiempre ando pidiéndote perdón. Pero esta es la primera vez que tengo que pedirte perdón por algo que siento, y no por algo que hice â murmuró como si aquella mujer pudiera escucharloâ. La encontré ¿sabes? Una mamá para Sophia, una nieta amable y cariñosa para el abuelo, una mujer de la que me puedo enamorar... perdidamente. La encontré. Unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas mientras su corazón se rompÃa un poquito más. Con todo el dolor y la ira del mundo, Nathan tomó la mano de aquella mujer y la besó.
â Perdóname por quererla, por enamorarme de ella a pesar de todo... pero es un poquito difÃcil de evitar ¿sabes? âse limpió las lágrimas y suspiróâ. Siempre serás mi amor, Marilyn... mis años contigo fueron los mejores de mi vida, pero ya no puedo seguir viviendo en ellos, amor. Lo siento. De verdad lo siento.
Nathan le hizo una caricia suave y la besó en la frente antes de salir de allÃ. Quizás si se hubiera quedado un minuto más, solo un momento más, habrÃa visto una pequeña onda, un movimiento de parámetros en aquel monitor, que cambiarÃa sus vidas para siempre.