Tomando a su hijo como respaldo Capítulo 6
Tomando a su hijo como respaldo (Ella y Vania)
CapÃtulo 6
âPor supuesto que lo harásâ. Después de pasar una semana juntos, Vania habÃa desarrollado un profundo afecto por José. Ella dijo gentilmente: âTe dejé mi número de teléfono. Si me extrañas, llámame y vendré a verte cuando tenga tiempoâ.
âSerá mejor que cumplas tu palabra, no se permite mentirâ, insistió José.
Vania hizo un esfuerzo por agacharse, lo que provocó que Ernesto frunciera el ceño.
Manteniendo los ojos a la altura de José, Vania le tocó tiernamente la cabeza y lentamente dijo: âCumplo mis promesasâ.
José sonrió dulcemente y tomó la iniciativa de besar la mejilla de Vania. El ceño de Ernesto pareció arrugarse aún más.
âTengo que irme ahoraâ, dijo Vania en voz baja.
âMami, cuÃdate. No te caigasâ, la llamaba dulcemente José.
Vania habÃa intentado varias veces convencer a José de que dejara de llamarla âmamáâ, pero él se negaba a escucharla. Cada vez que ella negaba ser su mamá, José pensaba que lo iba a abandonar, con los ojos llenos de lágrimas, sintiéndose increÃblemente molesta. Asà que, con el tiempo, dejó de insistir en cambiar la forma en que se dirigÃa a ella. Pensó que lo entenderÃa de forma natural cuando fuera mayor.
Usando un bastón, Vania salió sola de la sala, seguida de cerca por Ernesto. Varias veces quiso pedirle que se detuviera, pero prefirió permanecer en silencio. Cuando llegaron a las puertas del hospital, finalmente dijo: âSeñor HolguÃnâ¦â
Ernesto pasó junto a ella y abrió la puerta de un Maybach negro estacionado frente a ellos, como un caballero. Vania frunció el ceño ante su acción.
âSeñorita Santana, la llevaré de regresoâ.
âPuedo arreglármelas solo, no hay necesidad de molestarlo, Señor HolguÃnâ.
âTengo un carroâ. El tono de Ernesto fue firme, sus palabras concisas.
Vania frunció el ceño, sintiendo que Ernesto se estaba luciendo.
âNo lo encuentro problemáticoâ, añadió Ernesto.
Vania miró a Ernesto. A ella le resultó difÃcil comunicarse con él y finalmente cedió. Ernesto parecÃa tener una manera de hacerla obedecer. Resistirse parecÃa inútil y una pérdida de tiempo.
Sentado en el lujoso auto, Ernesto preguntó: âSeñorita Santana, ¿dónde vive?â.
âMansión Buenaventuraâ.
Desde que regresó del extranjero, no habÃa regresado con la familia Santana, y nadie de la familia Santana la habÃa visitado tampoco.
âEstá bienâ, Ernesto reconoció y luego le hizo una señal al chofer con una mirada. El chófer asintió y el coche empezó a moverse lentamente.
De repente, Ernesto se acercó a Vania. Su corazón dio un vuelco, claramente cauteloso. Normalmente Ernesto mantenÃa las distancias. Pero para su sorpresa, él en realidad se estaba inclinando para ayudarla a abrocharse el cinturón de seguridad. Ella se mordió el labio involuntariamente.
Después de asegurarlo, Ernesto dijo en tono indiferente: âSeñorita Santana, no es necesario que apriete el puño con tanta fuerzaâ.
Vania bajó bruscamente la cabeza al darse cuenta de su acción subconsciente. Se sintió extremadamente avergonzada.
âPuede relajarse, Señorita Santana. No soy alguien que lleve una vida personal frÃvolaâ.
Al escuchar esto, Vania no pudo evitar levantar una ceja. Las palabras de Ernesto le parecieron un poco divertidas y absurdas. Sin pensarlo, soltó: â¿Dices que no llevas una vida personal frÃvola y sin embargo tienes un hijo fuera del matrimonio?â
Tan pronto como las palabras salieron de su boca, Vania se arrepintió. Ella y Ernesto no eran lo suficientemente cercanos como para bromear. Ernesto se volvió para mirarla y su mirada se detuvo. Vania estaba a punto de cambiar de tema cuando Ernesto de repente dijo: âMe obligaronâ.
Al escuchar eso, Vania se quedó sin palabras. Le costaba creer que una mujer pudiera coaccionar a alguien tan alto e imponente como Ernesto.
2/5
5
âDebÃa ser bastante fuerteâ, atinó a responder Vania.
âSà que estabaâ. Ernesto asintió y luego pareció estudiarla con ojos profundos..
Vania sintió que su conversación se estaba volviendo demasiado Ãntima para su gusto.
â¿Cómo terminaron las cosas entre ustedes dos?â Vania cambió ligeramente el tema. TenÃa verdadera curiosidad por saber por qué la madre de José los habÃa abandonado.
âA ella no le agradoâ, él respondió.
Vania se sorprendió. No podÃa imaginar que alguien rechazara a un hombre tan guapo como Ernesto.
â¿A ella no le agradaste, pero tuvo un hijo contigo?â Cuanto más escuchaba Vania, más absurda le parecÃa la situación.
âElla nunca quiso tener un hijoâ, dijo Ernesto en un tono distante. âIncluso después de dar a luz a José, ella planeaba abandonarloâ.
Vania de repente sintió una punzada en el pecho. La idea de que el bebé José, tan inocente y vulnerable, casi fuera abandonado le desgarró el corazón. No podÃa soportar imaginar esa escena.
âEstás mejor sin alguien asÃâ, dijo sinceramente Vania.
Ernesto frunció los labios, su mirada fija en ella como si hubiera algo en su rostro.
Vania le tocó la mejilla y preguntó: âSeñor HolguÃn, ¿qué sucede?â.
Ernesto desvió la mirada y luego mantuvo la cabeza alejada de ella. Vania frunció el ceño. Ernesto era a menudo impredecible, lo que le hacÃa difÃcil entenderlo. Pero supuso que sacar a relucir su infeliz pasado podrÃa haber agriado su estado de ánimo. El silencio invadió el auto hasta que se detuvo en el barrio de Vania.
âGraciasâ. Vania expresó su agradecimiento, manteniendo todavÃa una reservada distancia de Ernesto.
Ernesto asintió levemente. âSeñorita Santana, tenga cuidado en el caminoâ.
Vania reconoció y se sintió un poco aliviada. Le preocupaba que Ernesto pudiera insistir en dejarla en la puerta de su casa. Para alguien que acababa de conocer, sólo podÃa aceptar que la acompañaran a su vecindario. Ernesto habÃa sido considerado en sus interacciones, disminuyendo su cautela hacia él del que normalmente
3/5
Capitulo 6
desconfiaria.
âSeñor HolguÃnâ, el chofer no pudo evitar llamarle a Ernesto.
Vania habÃa desaparecido de la vista, pero Ernesto seguÃa mirando en su dirección. Mientras tanto, su teléfono seguÃa sonando.
Ernesto se volvió y contestó el teléfono con calma. âAbueloâ.
â¿José no deberÃa ser dado de alta hoy? ¿Por qué no ha regresado?â, preguntó Javier.
âRegresará prontoâ, respondió Ernesto. âPero abuelo, déjame ser claro, José y yo no nos quedaremos en la residencia de HolguÃnâ.
â¿Por qué no?â Javier parecÃa disgustado.
âJosé no es apto para vivir con demasiada gente. Es bastante introvertido. Primero llevaré a José a conocerte y luego nos iremosâ, afirmó Ernesto con firmeza.
âNo puedes irte hasta después de cenarâ, insistió Javier, inflexible al respecto.
âEstá bienâ. Ernesto no tuvo más remedio que aceptar.
Desde la muerte de sus padres rara vez regresó a Valencia. Si Javier no hubiera usado su vida como palanca, Ernesto no habrÃa regresado esta vez. Si no hubiera regresado, tal vez nunca se habrÃa cruzado con ella
nuevamente.
Antes de que Vania se diera cuenta, ya habÃa llegado el lunes y el tiempo estaba luminoso y despejado.
Ella se puso un traje profesional, se puso un ligero toque de maquillaje y dejó que sus suaves rizos cayeran casualmente sobre sus hombros. A pesar de apoyarse en un bastón, exudaba un aura fuerte y segura, radiante y hermosa como siempre.
Toribio la acompañó al grupo Galaxia. Un hombre se acercó corriendo y dijo: âSeñorita Santanaâ.
âSeñor Salaverry.â Vania asintió levemente.
Fidel Salaverry, vicepresidente del grupo Galaxia, era alguien en quien la madre de Vania habÃa confiado profundamente. Cuando César se hizo cargo de la empresa, hubo una rotación masiva entre el personal a lo
largo de los años, pero Fidel permaneció, un testimonio de su alta posición y competencia dentro de la empresa.
âVamosâ. Vania no quiso perder ni un segundo.
âSeñorita Santana, hoyâ¦â Fidel vaciló.
â¿Qué es?â Vania frunció el ceño.
âMe enteré cuando entré hoy. El presidente, su padre, ha decidido nombrar a Perla como nueva directora ejecutiva del grupo Galaxia. De ahora en adelante, ella tendrá plena autoridad sobre todo. Están teniendo la ceremonia de nombramiento ahora mismoâ.
Vania no esperaba que César y Perla fueran tan descarados.
Vania respondió frÃamente: âEstá bienâ.