Capítulo 89
Se Volvió Loco Tras Mi Muerte ( Violeta and Maurino )
Capitulo 90
Emerto Analmente la encontro alll, estacionó el auto justo a su lado y al bajar la ventanilla, Violeta vio la cara del hombre detrás del volante, âSeñorita Violeta, ¿sube? La
evo a casa. Ya es tarde, no es seguro que ande sola, caminar hasta el centro desde Villa del Sol toma una hora.â
Las lágrimas en su rostro ya se hablan secado por el viento y su sequedad dolÃa. Violeta pensó durante un momento y sin decir nada se sentó en el asiento del copiloto. Se pusol el cinturón de seguridad y dijo, â¿PodrÃas llevarme donde Adrián?â
Ernesto notó que el Bluetooth del auto todavÃa estaba parpadeando en azul, la llamada no habla terminado, asà que el Sr. Paz seguramente habla escuchado todo lo que dijo la chica.
Ernesto respondió tranquilamente, âSeñorita Violeta, deberÃas escuchar al Sr. Paz, no tengas tanto contacto con Adrián. El Sr. Paz ha mandado gente a buscarte todo el dÃa. Aparte de estudiar, deberÃas entender el duro trabajo que hace el Sr. Paz por ti, todo lo hace por tu bien.â
Violeta inhaló por la nariz y murmuró, âTengo mi propia capacidad de juzgar, Adrián no es malo en absoluto. Realmente no entiendo por qué le disgusta tanto. Incluso si no salgo con Adrián, al menos podemos ser amigos. El simplemente se preocupa demasiado.
Ernesto, llévame de vuelta a Residencia Mar Azul, ¿si? Quiero ir a casa.â
¿Maurino estaba enojado porque ella estaba en contacto con Adrián?
¡¿Quién sabe por qué estaba enojado?!
¿Qué derecho tenÃa él para enojarse? ¡La que deberÃa estar enojada era ella!
¡Lucrecia! Si él realmente se preocupara tanto por Lucrecia, ¡simplemente la hubiera llevado a vivir a Villa del Sol, en lugar de gritarle a ella!
Ernesto no sabÃa qué decir cuando de repente se escuchó la voz de Maurino en el auto, âTráela de vuelta.â
Ernesto respondió de inmediato, âClaro, Sr. Paz.â
Violeta rechazó de plano, âNo quiero volver, quiero ir a mi propia casa.â
La llamada ya se habia cortado.
Ernesto giró el volante y aceleró, los ojos de Violeta seguÃan rojos y su estado de ánimo todavÃa no se calmaba. En dos minutos, ya estaban frente a la puerta de Villa del Sol.
La fuente fuera de la casa brillaba con luz blanca pura y en el centro habÃa un ángel blanco al estilo griego antiguo.
Desde fuera, a través de las ventanas del suelo al techo, se podÃa ver a Maurino de pie,
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esperando a que regresara.
Emesto detuvo el auto con suavidad, âSeñorita Violeta, hemos llegado.â
Violeta, abrazando su mochila, dijo, âNo quiero entrar, esta no es mi casa.â Sonaba como si estuviera haciendo un berrinche.
Ernesto dijo, âSeñorita Violeta, el Sr. Paz te ha criado por más de una década, desde que tenÃas cuatro o cinco años te ha tenido a su lado, te ha visto crecer. Si el Sr. Paz escuchara esas palabras, lo harÃan sentir muy triste.
Si supieras lo que tuvo que pasar para mantenerte antes de volver a la familia Paz, no estarÃas tan desafiante ahora, no dirÃas una mala palabra sobre el Sr. Paz.â
Después de esas palabras, Violeta no tuvo respuesta. Recordando todo lo que habÃa hecho por ella en los últimos once o doce años, no tenÃa nada que decir.
Finalmente, bajó del auto lentamente y caminó hacia Villa del Sol. De pie frente a Maurino, bajó la cabeza, sin atreverse a mirarlo. Después de un largo rato y luchando
internamente, finalmente se armó de valor y le dijo, âLo que dije antes fue en un momento de enfado, lo siento, hermano.â
Maurino tenÃa su billetera rosa en la mano, la puso en su lÃnea de visión. Su tono era profundo y no contenÃa ni una palabra de reproche, âVe a descansar. Mañana te llevo a la escuela.â
Violeta no querÃa, pero aun asà decidió aceptarlo, âGracias, hermano.â