Capítulo 87
Se Volvió Loco Tras Mi Muerte ( Violeta and Maurino )
CapÃtulo 87
âOye, hermano, espérame.â Violeta observó a Maurino subir al coche y aprovechando que la puerta estaba a punto de cerrarse, se deslizó dentro como un conejo y cerró la puerta- detrás de ella. âHermano, lo siento, lo que dije antes fue demasiado.â
Maurinc ia ignoró: âManeja de vuelta a la mansión.â
Violeta fue firme: âNo voy a volver a la mansión.â
âSi no vas a volver, bájate del coche.â Maurino miró hacia ella con ira en sus oscuros ojos y ella se asustó tanto que no se atrevió a hablar más.
El coche se puso lentamente en marcha y Violeta podÃa sentir que Maurino verdaderamente estaba enojado, pero no entendÃa por qué.
¿Estaba enfadado porque ella habÃa dejado la mansión sin avisar? Pero si ya lo habÃa explicado todo por teléfono.
El tiempo pasaba lentamente y cuando finalmente llegaron a la Villa del Sol ya eran las ocho.
Durante todo el camino, Maurino se mantuvo en silencio, sin importar lo que Violeta dijera, él no le respondÃa.
Al bajar del coche, el hombre caminó con pasos largos, sin esperarla. Violeta, abrazando
su mochila, corrió detrás de él. âHermano, espera por mi.â
Cuando entraron en el vestibulo, al ver a Violeta regresar los sirvientes inmediatamente bajaron la cabeza y se ocuparon en sus tareas, sin atreverse a hablar. La mesa estaba llena de platos deliciosos, pero ya se habÃan enfriado.
Uno de los empleados saludó: âSeñor, Srta. Violeta.â
Mientras subÃa las escaleras, Violeta agarró la mano de Maurino. âHermano, ¿no te interesa saber por qué dejé la mansión de repente?â
Violeta señaló a una de las sirvientas y dijo acusadoramente, âCuando tú no estás en casa, ellas no me dejan comer, me hacen pasar hambre todo el dÃa y dicen que solo estoy aquà porque tengo el descaro de querer ascender socialmente y que mis ojos. brillan al ver dinero.â
Una mujer que llevaba años trabajando alli intervino: âSeñor, la Srta. Violeta nos ha malinterpretado. Lo que dice no es verdad. Usted nos habÃa dicho que la Srta. Violeta no podia comer comida frÃa, asà que tiramos el desayuno frÃo y preparamos uno nuevo para ella.
Después de todo, somos empleados seleccionados minuciosamente por la Srta. Salazar, ¿cómo podrÃamos tratar mal a la familia de nuestra empleadora?
1/2
Otro asintió: âExactamente, señor, Srta. Violeta, hay cosas que no se deben decir delanter del señor.â
Violeta replicó: âYo no dije eso.â
La empleada continuó: âSrta. Violeta, usted nos acusa de maltratarla, pero estos platos en la mesa los preparamos con las preferencias del señor en mente. Cuando usted salió temprano, llamamos al señor. Hemos tenido esta comida preparada para usted todo el dÃa, al final del dÃa, nos pagan para cuidarla, no podrÃamos hacer lo que usted dice.
Señor, la casa tiene cámaras de seguridad. Si no nos cree, puede revisarlas para ver si la Srta. Violeta está diciendo la verdad.
Ella se fue sin escuchar, a pesar de que intenté detenerla.â
Todos parecÃan haberse puesto de acuerdo para incriminarla.
âHermano, no es como ellos dicen. Aunque la casa tenga cámaras de seguridad, no grabaron sus voces. Encuentra a alguien que pueda leer los labios y verás que todas
están hablando mal de mi.â
Violeta también se arrepintió. Si hubiera sabido que se meterÃa en un problema tan complicado, nunca habrÃa entrado en la Villa del Sol desde el principio.
Maurino hizo un gesto con la mano y las empleadas se dispersaron.
Cuando la sala quedó solo para ellos.dos.
La voz frÃa de Maurino finalmente se escuchó, reflejada en el piso brillante y proyectando el rostro apuesto del hombre como si estuviera sobre hielo, una atmósfera helada que no se disipaba: â¿Es que te he consentido demasiado en este tiempo que te has
acostumbrado a mentir una y otra vez? ¿No te he dicho que no me gusta que mientas?