Capítulo 77
Se Volvió Loco Tras Mi Muerte ( Violeta and Maurino )
CapÃtulo 77
âSi te vas, no vamos a saber qué decirle al señor cuando regrese.â
Violeta abrazó su mochila y les sonrió, â¿Qué tienen que decir? Ni siquiera me dejan comer, cuando mi hermano regrese y vea que no estoy, de seguro sabrá que ustedes me echaron, asà que prepárense para lo que les viene.â
La empleada, entre nerviosa y molesta, la miraba, âNiña malvada, tan joven y ya tan venenosa, te aviso que lo que decimos es verdad, solo eres una extraña para nosotros. Tenemos un montón de cosas que hacer y no podemos estar pendientes de ti. Además, somos empleados contratados directamente por la Srta. Salazar, la futura señora de esta mansión, el señor jamás nos despedirÃa por una extraña como tú.â
Violeta inquirió: âSi es asÃ, ¿por qué te preocupas? ¿Si no me das de comer, qué quieres, que me muera de hambre aquÃ?â Violeta apartó su mano, âNo me estorbes, vieja malvada.
¿No te sentiste aliviada al tirar mi desayuno?
¿Por qué el pánico ahora?â
Tras decir eso, Violeta corrió hacia donde estaba Adrián y se subió al taxi.
Ella lo habÃa hecho a propósito; no querÃa que nadie pensara que era fácil de intimidar.
Claro, ella era una extraña, pero ¿qué más daba? Maurino sentÃa un cariño fraterno por ella.
Si ella sufrÃa, Maurino no podrÃa ignorarlo.
Cuando el taxi empezó a alejarse, Violeta se sonó la nariz y secó las lágrimas que quedaban en sus ojos, que todavÃa estaban rojos.
Antes de que Adrián dijera algo, el conductor empezó a hablar, âNiña con semejante mansión, veo que tu familia tiene dinero, ¿Te has peleado con ellos y te has escapado de casa?â
Ella respondió: âEsa no es mi casa, soy huérfana. Mi hermano me adoptó y solo vine a quedarme unos dÃas, después de todo, no es mi hogar y quedarme más tiempo no estarÃa bien.â
El conductor asintió con comprensión y dijo, âTienes razón, pequeña. Como eres estudiante y no andas mucho en taxi, no te cobraré mucho, solo serán 1.5 dólares.â
Violeta sacó su billetera de la mochila, donde tenÃa algo de cambio, âNo te preocupes, mi hermano siempre es generoso conmigo y me da suficiente dinero. Cobra lo que es.â
El conductor sonrió y dijo, âTu hermano debe ser un hombre adinerado, asà que no seré tÃmido y cobraré la tarifa normal.â
Adrián se adelantó: âNo te preocupes, yo pago.
Violeta miró hacia el chico, que por fin habÃa decidido hablar.
Viendo que llevaba ropa de trabajo, seguramente estaba ocupado y habÃa venido corriendo después de su llamada.
Sus ojos se posaron en las virutas de madera que adornaban el cuello de su camisa.
El conductor, mirando por el retrovisor y viendo sus gestos, sonreÃa sin decir nada, recordando sus propios tiempos de juventud y romance.
Violeta, que se mareaba un poco, se acurrucó en Adrián, apoyándose en su hombro. âSeñor, por favor maneje despacio, me mareo.â
Adrián estaba tenso y rÃgido, incómodo al ser la almohada de Violeta. âEstoy sucio,â dijo
él.
âNo me importa, Adrián, en serio me siento mal.â HabÃa en Adrián un olor a sudor, pero su cuerpo emitÃa la fragancia de hormonas propias de un hombre adulto. SostenÃa con fuerza el pantalón a ambos lados de sus rodillas, sin atreverse a moverse. La piel de sus manos contrastaba con la de Violeta; una era pálida y suave, la otra, bronceada por el sol.