Capítulo 67
Se Volvió Loco Tras Mi Muerte ( Violeta and Maurino )
CapÃtulo 67
âLa acompañé de regreso.â
Violeta estaba agotada, se apoyó en la cama y se acostó enseguida, cubriéndose completamente con la manta, âHermano descansa, mañana tengo que ir a la escuela.â
Maurino esperó a que ella se durmiera completamente, escuchando su respiración antes de salir, apagó la luz de la mesita de noche y dejó la habitación en oscuridad.
Al cerrar la puerta con un âclickâ, entre sueños, Violeta alcanzó instintivamente el interruptor de la lámpara de cabecera y la encendió.
Al amanecer del dÃa siguiente, la luz del sol se filtraba por las rendijas de las cortinas e iluminaba un rincón de la habitación.
La empleada doméstica llegó media hora antes de lo habitual para llamar a la puerta.
âSeñorita Violeta, es hora de levantarse, desayunar e ir a la escuela.â
Violeta, todavÃa adormilada, echó un vistazo al reloj, apenas eran las cinco y media, afuera apenas estaba amaneciendo.
Pensando en la escuela, se sentó en la cama luchando contra el sueño y la doméstica entró con el uniforme en la mano, âSeñorita Soler, aquà tiene su uniforme, ya está lavado y planchado.
El señor ya está abajo esperándola para desayunar.â
Violeta fue al baño a lavarse la cara y cepillarse los dientes. Después de asearse, finalmente se sintió despierta, se puso el uniforme y bajó con su mochila. Maurino lucÃa un traje elegante, con las piernas cruzadas, sentado en un sofá de cuero antiguo, sosteniendo una taza de mate y leyendo seriamente el periódico financiero, luciendo una presencia masculina muy suave y carente de la frialdad que mostraba en el trabajo.
La empleada doméstica apartó una silla y presentó una cuberteria esterilizada, âSeñorita Violeta, venga a desayunar.â
En lugar de dirigirse a la mesa, Violeta se acercó al hombre en el sofá, se paró detrás de él y se inclino hacia adelante con las manos detrás de la espalda, â¿Qué es tan interesante, hermano? ¿Qué estás leyendo?â
Maurino la miró de reojo, la delicada nuca de la chica tenÃa un pequeño lunar, entre ellos solo habia una distancia de unos pocos centÃmetros. El aroma que emanaba de su uniforme era el mismo que usaba Maurino y Violeta sintió un aliento cálido en su cuello. Volteó la cabeza y sus miradas se encontraron, âNo entiendo nada de lo que dice aqui, hermano, mejor ven a comer.â
Dijo alejándose del aroma que rodeaba a Maurino, que se quedó en el aire durante un buen rato.
La empleada dijo, âSeñorita Violeta, este será su lugar a partir de ahora.â
Violeta tomó asiento, esperando obedientemente a que Maurino empezara a comer. En casa ajena, hay que seguir las reglas de esa casa. Maurino cerró el periódico, se puso de pie con su costoso traje a medida, que le sentaba tan bien que Violeta no podÃa dejar de mirarlo, jamás se cansarÃa de verlo, ahora o en el futuro.
Todas las luces de la Villa del Sol estaban encendidas, aunque fuera aún estaba amaneciendo.
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Capitulo 67
Maurino se sento. âNo hace falta ser tan formal sólo sé tú misma y considera este lugar tu hogar.â
La empleada le sirvió un tazón de arroz con leche a Violeta, âHermano, ¿siempre te vas a trabajar a esta hora?â
Con los cubiertos, Maurino le sirvió algo de comida. âDe vez en cuando.â
Violeta tomó su cuchara y comenzó a comer, observando el amplio salón y el candelabro de cristal colgando del techo, como diamantes de vidrio que caian, âHermano, ¿no te sientes solo viviendo en una casa tan grande?
Ya que Lucrecia y tú están comprometidos. ¿por qué no la dejas mudarse aqui contigo?â